La intención de Dios es que hagamos ambas cosas: ser fructíferos al recibir de Él, y luego tomar de esa fructificación y multiplicar la bendición de Dios en el mundo que nos rodea.

En el Nuevo Testamento, esta misma idea se presenta nuevamente como sembrar y cosechar. ¡Y la promesa de Dios es que cuando sembremos generosamente, también cosecharemos generosamente!

Encontramos esta misma verdad una y otra vez en las Escrituras: la bendición de Dios fluye hacia nosotros para que pueda fluir a través de nosotros. Esto es lo que permite que el ciclo de la bendición de Dios se repita una y otra vez.

2 Corintios 9:8–11: «Y Dios les dará generosamente todo lo que necesiten. Así siempre tendrán todo lo que necesiten y abundante para compartir con otros… Sí, serán enriquecidos en todo de manera que siempre puedan ser generosos.»